El experimento de Miller y Urey representa la
primera comprobación de que se pueden formar espontáneamente moléculas
orgánicas a partir de sustancias inorgánicas simples en condiciones
ambientales adecuadas. Fue llevado a cabo 1952 por Stanley Miller y Harold
Clayton Urey en la Universidad de Chicago. El experimento fue clave
para apoyar la teoría del caldo primordial en el origen de la vida.
El experimento consistió en someter una mezcla de metano,
amoniaco, hidrógeno y agua a descargas eléctricas de 60.000 voltios.
Como resultado, se observó la formación de una serie de moléculas orgánicas,
usadas por las células como los pilares básicos para sintetizar sus proteínas.
En el aparato se introdujo la mezcla gaseosa, el agua se
mantenía en ebullición y posteriormente se realizaba la condensación;
las sustancias se mantenían a través del aparato mientras dos electrodos producían
descargas eléctricas continuas en otro recipiente. Después que la mezcla
había circulado a través del aparato, por medio de una llave se extraían
muestras para analizarlas. En éstas se encontraron varios aminoácidos, un carbohidrato y
algunos otros compuestos orgánicos. El experimento ha sido repetido en
múltiples ocasiones, obteniendo compuestos orgánicos diversos. Sin embargo, aún
no se han obtenido proteínas.
En 2008, otros investigadores encontraron el aparato que
Miller usó en sus tempranos experimentos y analizaron el material remanente
usando técnicas modernas más sensibles. Los experimentos habían incluido la
simulación de otros ambientes, no publicados en su momento, como gases
liberados en erupciones volcánicas. El análisis posterior encontró más
aminoácidos y otros compuestos de interés.
Este experimento, junto a una considerable evidencia
geológica, biológica y química, ayuda a sustentar la teoría de que la primera
forma de vida se formó de manera espontánea mediante reacciones químicas. Sin
embargo, todavía hay científicos que no están convencidos de ello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario